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Fake News, Un Fenómeno Que Ha Existido Siempre

Fake news, un fenómeno que ha existido siempre

Fake news es lo que en español llamaríamos falsedades o noticias engañosas. Precisamente éste es el tema en el que centraré el artículo. A principios de 2020 me llamaron la atención dos investigaciones sobre las tendencias en el mundo de la comunicación para los meses que nos tenían que venir. A pesar de que se trataba de fuentes muy distintas, ambos estudios coincidían en algunas de sus conclusiones y una de ellas era que el 2020 sería el año de la proliferación de las fake news. El trabajo Tendencias y predicciones sobre el periodismo, los medios de comunicación y la tecnología para el 2020, del Reuters Institute, adscrito a la Universidad de Oxford, alertaba sobre el fenómeno de la desinformación en los medios y se mostraba impotente para combatir las fake news. La investigación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) aseguraba que los contenidos engañosos y las mentiras no sólo afectarían a la prensa sino también a las empresas y que, por lo tanto, las marcas debían defenderse de los ataques contra su reputación. Pero, ¿éste fenómeno es nuevo?

Democratización de la información

Que las fake news han existido siempre es tan cierto como que la historia la escriben los vencedores. Los que han tenido el poder político, religioso o económico —el establishment o el grupo más selecto de las élites— se han ayudado entre ellos para mantener el statu quo y siempre han controlado el discurso. Eran la minoría que actuaba como emisores de unos mensajes que todos los demás se tenían que tragar, como buenos receptores que eran. Con internet, la digitalización y sobre todo las redes sociales, las cosas han cambiado (un poco). Cualquiera de nosotros puede publicar y compartir un contenido, sea manipulado o verídico. Y, por supuesto, la democratización de la información no les gusta a los que siempre han cogido la sartén del relato por el mango. Pero, tranquilos, también saben cómo sacar partido de la nueva situación.

Si cualquiera puede hacer de emisor y por ende lanzar fake news, también puede que haya personas dispuestas a hacer de trols (perfiles anónimos) para esparcir basura en la red contra un gobierno, un partido político, una marca, un club deportivo o un determinado rival. Por una cantidad razonable de dinero, incluso habrá gente de ética distraída capaz de hacerlo al por mayor: crear multitud de perfiles falsos que vayan aireando falsedades y desprestigiando al adversario que toque en cada momento. De hecho, no es extraño que haya empresas que se dedican a eso. Qué lástima que responder la pregunta de «cómo te ha ido hoy en el trabajo» cuando llegas a casa, ¿verdad?

Muñecos de Pinocho.
Foto de Jacqueline Macou en Pixabay.

En internet pero también en los medios tradicionales

Pero dejemos las redes sociales y vayamos a los medios de comunicación, porque que las filtraciones merecen una mención aparte, tanto si la información es cierta como si es una fake news. Ante una filtración, siempre habría que preguntarse: ¿Qué es más ilegítimo, el acto que me cuenta o el hecho de que me lo explique? ¿Qué beneficio saca la fuente delatora? Si lo sabe desde hace tiempo y me lo dice justo ahora que es cuando más rendimiento puede sacar, ¿no ha sido cómplice hasta hoy? Está claro que un periodista sólo puede plantearse todo este razonamiento si trabaja para un medio independiente y, de estos, ya no quedan entre los grandes.

Es bien sabido que nunca conviene pedir consejo a una parte interesada. Siempre responderá con la sugerencia que más le interesa a él y no con la que más te beneficia a ti. Es por este motivo que ni de las fuentes oficiales nos podemos fiar: sus mensajes son sólo oficiales. En ningún diccionario he encontrado que «oficial» sea sinónimo de «verídico». Los poderes siempre tienen como mínimo un interés: mantenerse en el lugar donde están.  

Albert Rossell

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