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La Mente Bien Ajardinada, De Sue Stuart-Smith

La mente bien ajardinada, de Sue Stuart-Smith

La mente bien ajardinada. Las ventajas de vivir al ritmo de las plantas. Con este título y subtítulo, Sue Stuart-Smith lo dice todo. El libro de esta filóloga y reconocida psiquiatra y psicoterapeuta habla del poder de la jardinería y de la horticultura para la curación de trastornos de salud mental. Quizás la idea no sea nueva, pero valor añadido de la obra es la amplia investigación sobre el tema; la cantidad de ejemplos, experiencias de éxito, estudios, libros y fuentes diversas es tan inagotable como agotadora.

El libro se estructura en 13 capítulos. De ellos, el que más me ha sorprendido es Traer la naturaleza a la ciudad y este será el tema central del presente post. Sin embargo, hay otras muchas reflexiones de la autora que merecen una atención especial. Las dejaré copiadas textualmente en la segunda parte del artículo, indicando a qué capítulo del libro corresponden (cada ladillo atañerá al título de un capítulo del volumen).

Traer la naturaleza al campo

Hay un dicho que reza: «El campo lo creó Dios; las ciudades las ha creado el hombre». Siguiendo el hilo de tal afirmación, no hace tanto que la gente vive en grandes ciudades. Sue Stuart-Smith asegura que no solo han transcurrido seis generaciones y que «en algún recóndito y primigenio recoveco de nuestra mente suena la alarma que nos indica que este no es un lugar donde vivir».

En 1869, el Dr. George Miller Beard ya habló de la neurastenia, con efectos tan negativos como la falta de energía mental y física, además de síntomas como el insomnio, la ansiedad y la irritabilidad. Por este motivo es tan aconsejable tener un fácil acceso a los árboles y las plantas. «Pasar tiempo en la naturaleza –y no necesariamente mucho: con veinte minutos basta– restaura nuestra energía mental y fortalece la capacidad de concentración del celebro. Esta interacción inconsciente entre la mente y la naturaleza tiene repercusiones de la máxima trascendencia, con efectos muy notables en nuestra salud física y psíquica», asegura la autora.

Las clases más adineradas que viven en las ciudades lo hacen en casas ajardinadas o, en su defecto, cerca de parques y jardines; las clases más humildes, en cambio, habitan en altos edificios, rodeados de hormigón, asfalto, ruido y contaminación. Hoy sabemos que esta gran diferencia en el estilo de vida tiene enormes repercusiones en la salud mental, tanto como las desigualdades económicas. «La simple presencia de diez árboles más en una manzana de la ciudad se asociaba a unos niveles más bajos de angustia mental de la misma magnitud que diez mil dólares de ingresos complementarios», defiende la psiquiatra.

Y añade: «Se ha demostrado que las proximidad a zonas verdes disminuye la agresividad y la ansiedad, mejora el estado de ánimo y reduce el cansancio mental. También cambia la forma en que las personas se comportan, animándolas a hacer más ejercicio y a interactuar con sus vecinos». Es evidente que el aire fresco, la luz del sol, el ejercicio y el acceso a lugares verdes y tranquilos son buenos para la salud de la gente que vive en las ciudades. Pero es que además, este acceso a la naturaleza tiene un efecto “potenciador de lo social”. En pocas palabras, «las personas se comportan mejor y se conectan más entre sí cuando están en presencia de plantas y árboles».

A partir de aquí, reproduzco textualmente fragmentos imprescindibles de La mente bien ajardinada, estructurados en capítulos.

Ilustración de una mente bien ajardinada. Creada con Inteligencia Artificial (Copilot).
Ilustración de una mente bien ajardinada. Creada con Inteligencia Artificial (Copilot).

El principio

Pág. 24: «Un jardín te da un espacio físico protegido que ayuda a aumentar tu percepción de tu espacio mental y te da tranquilidad para escuchar tus pensamientos. Cuanto más te sumerges en el trabajo manual, más libertades tienes en tu interior para poner en orden tus sentimientos y para trabajarlos. Hoy recurro a la horticultura como una forma de relajar y descomprimir la mente».

»A estas alturas del siglo XXI, con unas tasas de depresión y ansiedad y de otros trastornos mentales que parecen aumentar cada día y con un modo de vida cada vez más urbanizado y dependiente de la tecnología es, quizá, más importante que nunca entender las muchas formas en que la mente y el jardín interactúan».

Naturaleza verde: naturaleza humana

Pág. 48: «En la década de 1950, el tratamiento de las enfermedades mentales cambió radicalmente con la introducción de nuevos fármacos. El foco de atención se desplazó hacia los medicamentos y disminuyó la importancia del papel del entorno, por lo que en la construcción de los hospitales de la siguiente generación las zonas verdes escaseaban».

»Hoy estamos volviendo al punto de partida. Los niveles de depresión y ansiedad no paran de aumentar, al igual que el gasto farmacológico. Esto, junto con unos datos cada vez más sólidos sobre los efectos positivos de la naturaleza, está dando un nuevo impulso a la jardinería y a otras formas de cuidado de la naturaleza».

Un espacio verde seguro

Pág. 83: «Uno de los aspectos positivos fundamentales de pasar tiempo al aire libre es la expresión a la luz solar. Olvidamos con demasiada frecuencia que la luz es un alimento. Nuestro cuerpo sintetiza la vitamina D a partir de la luz solar que nos toca la piel, y la luz azul de los rayos de sol fija nuestros ciclos de sueño y vigilia, además de regular la producción de serotonina en el cerebro. La serotonina proporciona una sensación de bienestar general, ayuda a regular el estado de ánimo y promueve la empatía. También tiene importantes efectos en la forma en que pensamos y reaccionamos, porque reduce la agresividad, fomenta el pensamiento reflexivo y nos hace menos impulsivos».

Pág. 84: «El ejercicio mejora el estado de ánimo porque hace aumentar los niveles de neurotransmisores como las endorfinas y la dopamina, además de la serotonina».

»Sin alguna válvula de escape, los efectos del estrés se interiorizan de un modo mucho más dañino. La mayoría de las formas de ejercicio ayudan a mitigar el estrés, pero cuanto más agradable o absorbente es el ejercicio, más fuerte es su efecto. Hacer ejercicio al aire libre es aún mejor. Se ha demostrado que el ejercicio verde es más eficaz para reducir los niveles de estrés y para mejorar el estado de ánimo y la autoestima que ir al gimnasio».

Poder floral

Pág. 145: «Los recuerdos y las asociaciones desempeñan un importante papel en la formación de nuestro apego a las flores, pero sin duda hay también una parte química. Los componentes químicos de los distintos olores florales preparan nuestro estado de ánimo e influyen en lo alerta o relajados que nos sentimos. La lavanda, de la que se sabe desde hace tiempo que tiene un efecto calmante en los humanos, se ha demostrado recientemente que eleva los niveles de serotonina. Por el contrario, el olor del romero es estimulante y eleva los niveles tanto de dopamina como de acetilcolina. Las flores de los cítricos nos animan gracias a los efectos combinados de la serotonina y la dopamina. El olor de las rosas, tal vez el aroma que más asociamos al amor, es muy útil para reducir los niveles de la hormona del estrés, la adrenalina, hasta en un 30 por ciento, según un estudio».

La estación final de la vida

Pág. 220: «En Ser morta. La medicina y lo que importa al final, Atul Gawande explica lo importante que es tener una fuente de sentido cuando se acerca el fin de la vida. Lamentablemente, la mayoría de las residencias no hacen nada para proporcionársela a sus residentes. Escribe Gawande: “Cuando la gente se da cuenta de la finitud de su vida, no piden mucho. No buscan más riquezas. No buscan más poder. Solo piden que se les permita, en la medida de lo posible, seguir dando forma a la historia de su vida en el mundo”. Las instituciones no suelen permitir que se dé “forma a la historia de la vida” particular, pero no tiene por qué ser así. Gawande describe más adelante lo que sucedió en la residencia de ancianos Chase Memorial de Nueva York cuando introdujeron animales de compañía y plantas. Los cambios incluyeron la creación de un huerto y de un jardín de flores y la instalación de cientos de plantas en macetas. Conejos, gallinas, periquitos, gatos y perros también supusieron una inyección de vida a la residencia. Los resultados fueron espectaculares: personas que apenas se habían hablado entre sí empezaron a interactuar, otras que habían permanecido inactivas se vieron arrastradas a nuevas actividades y las que habían estado ansiosas y agitadas estaban más tranquilas y felices».

La hora de la jardinería

Pág. 237: «Vivir la vida como una serie de estados de euforia y subidones de adrenalina puede resultar fácilmente adictivo, y la paradoja es que el consiguiente agotamiento hace más difícil romper la pauta. Puede convertirse en una forma de rehuir los problemas en vez de resolverlos, porque es más sencillo mantener el ritmo que reducir la velocidad para hacer balance.

»En esta época actual de comida basura, citas rápidas, pedidos con un solo clic y entregas en el mismo día, cuanto más rápido se satisfagan todas las necesidades, mejor. El interminable flujo de mensajes, notificaciones, correos electrónicos y tuits nos obliga a absorber tanta información nueva que es difícil valorar qué puede ser relevante. Falta tiempo para digerir la experiencia, comprenderla o incluso recordarla, ya que nuestros recuerdos individuales y colectivos se externalizan cada vez más a la nube».

Pág. 243: «Cuidar una planta de semillero puede ayudar a alguien a darse cuenta de lo poco que ha cuidado de sí mismo. Arrancar las malas hierbas puede potenciar el proceso interno de desprenderse de los sentimientos tóxicos y trabajar con un montón de abono puede reforzar la convicción de que de lo malo puedo salir lo bueno. Los terapeutas entienden que gran parte de estos procesos son inconscientes e intentan ayudar a que la gente verbalice sus experiencias».

Panorama desde el hospital

Pág. 255: «La mayoría de los hospitales proyectados durante la segunda mitad del siglo XX priorizaron el funcionalismo, el control de las infecciones y la tecnología, lo que dio como resultado un lenguaje aséptico que genera una excesiva ansiedad a mucha gente. Hoy, en la mayoría de los hospitales de Reino Unido se prohíbe la entrada de flores como precaución contra la contaminación bacteriana. Los propios edificios suelen estar faltos de luz natural, plantas y aire fresco, unas carencias básicas que causan estrés a los pacientes y sus familias, así como al personal. Las necesidades emocionales de las personas hospitalizadas no se tienen en cuenta y la naturaleza suele considerarse irrelevante o amenazadora. A diferencia de los presos, que tienen derecho a pasar un rato al aire libre todos los días, los pacientes de los hospitales, incluso los de larga estancia, no lo tienen, a pesar de que el aire fresco y la luz solar son buenos para la salud mental».

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