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Francesca Simeón, presidenta de Tenacat (I): «El usuario es el primer perjudicado por la falta de regulación en el sector de las terapias naturales»

En medio de una gran área fuertemente industrializada, Francesca Simeón ha creado un oasis de tranquilidad, un pequeño espacio natural en medio del cual se encuentra su centro de terapias naturales. He ido a visitarla para que, como presidenta de la Federación de Asociaciones de Profesionales de Terapias Naturales y de la Cultura de la Salud (Tenacat), me explique de cómo ve el sector. Lamenta que no haya una regulación, es crítica con los intereses económicos que se aprovechan de esta situación y ve Alemania como un modelo a seguir. Pero, vayamos por partes.

–En primer lugar, ¿cómo hay que llamarlas: terapias naturales, medicina natural, terapias complementarias, terapias alternativas…?

–Con nuestro nombre, Tenacat, hemos optado por «terapias naturales». No queremos incluir el concepto de «medicina natural» para evitar entrar en conflicto con algunos colectivos. Tampoco nos gusta el adjetivo «alternativas», porque puede dar a entender que una es la alternativa de la otra. No creemos que una anule la otra, sino que son complementarias. En cierto modo, podríamos decir «complementarias», pero preferimos el nombre de «terapias naturales».

–¿Cuál es el posicionamiento de Tenacat respecto a la regulación del sector? ¿Qué formación deben tener los terapeutas para ejercer?

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La alimentación del grupo sanguíneo AB

El grupo sanguíneo AB es el biológicamente más complejo y extraño (sólo entre un 2 y un 5% de la población mundial es del grupo sanguíneo AB). Es una fusión moderna (menos de 1.000 años de antigüedad) de los grupos A y B. Por este motivo, los alimentos que no son aptos para los individuos del grupo A y del grupo B tampoco lo son para el grupo AB, aunque hay excepciones, como por ejemplo los tomates.

Según el médico naturópata Peter J. d’Adamo, el grupo AB está genéticamente programado para comer carne pero no tiene suficiente ácido gástrico para metabolizarla eficientemente y por tanto se le acaba acumulando como grasa. El grupo AB tampoco tiene una reacción severa contra el gluten del trigo, como los grupos O y B, pero hay que evitarlo si el individuo quiere adelgazar. Los alimentos que hacen ganar peso a los individuos del grupo sanguíneo AB son las carnes rojas, las judías blancas, la semilla de sésamo, el trigo y el maíz. Les hacen perder peso el pescado, los lácteos, las verduras y la piña (consultar el libro ‘Los grupos sanguíneos y la alimentación’ para información más detallada).

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La alimentación del grupo sanguíneo A: el agricultor

El naturópata Peter J. d’Adamo compara a los individuos del grupo sanguíneo A con los primeros agricultores que antiguamente tuvieron que adaptarse para vivir en concentraciones de población y que más adelante adquirirían estilos de vida urbana. Quizás por ello, una de las principales características de la personalidad de este grupo sanguíneo es la naturaleza cooperativa, la disciplina, el respeto a las normas sociales y el control sobre sí mismo. Es más, suelen rechazar el estilo competitivo despiadado tan propio del liderazgo de hoy en día.

La dieta vegetariana es la mejor opción para las personas del grupo sanguíneo A. Cuando comen carne roja se sienten más débiles y menos dinámicos que cuando consumen proteínas vegetales. La ingesta de carne la suelen almacenar como grasas. Tampoco digieren bien los lácteos. Además, por ser herederos de los primeros agricultores, es especialmente importante que coman alimentos tan naturales como sea posible: frescos, puros y orgánicos. Es necesario que adapten su dieta para reforzar su sensible sistema inmunológico, ya que están biológicamente expuestos a las enfermedades del corazón, el cáncer y la diabetes.

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Mariscada

La alimentación del grupo sanguíneo O: el cazador

Retomando el tema de la alimentación de cada grupo sanguíneo, este post trata sobre el tipo de alimentación que más conviene al individuo del grupo O. Según el naturópata Peter J. de Adamo, las personas del grupo sanguíneo O son herederas de los cazadores prehistóricos, acostumbrados a un ejercicio físico intenso y a la proteína animal, y caracterizados por un tubo digestivo resistente. Nuestros antepasados vivían en un estado de cetosis, una alteración del metabolismo del cuerpo producida por una dieta rica en proteínas y grasas y baja en hidratos de carbono. El organismo deberá convertir estos nutrientes en cetonas, que son usadas en lugar de los azúcares para mantener estables los niveles de glucosa. La combinación de cetosis, la falta de calorías y la dura actividad física a que debían someterse los primitivos, los convertía en auténticas máquinas de cazar y permitió la subsistencia de la especie humana.

Así pues, a grandes rasgos se puede decir que el éxito de la dieta del grupo sanguíneo O depende del consumo de carne magra, aves, marisco y pescado (sin sustancias químicas). Los productos lácteos y los cereales, en cambio, no les son tan beneficiosos como al resto de personas.

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Los grupos sanguíneos y la alimentación

¿Por qué unos determinados alimentos sientan bien a unas personas y a otras se les ponen mal? ¿Por qué a unos individuos les funciona una dieta y a otros no? ¿Habías pensado que todo ello podía tener que ver con el grupo sanguíneo de cada uno?

Los naturópatas James D’Adamo y Peter J. D’Adamo (padre e hijo) han profundizado en esta hipótesis durante muchos años y han tratado más de cuatro mil casos. El trabajo de dos generaciones le ha permitido al hijo asegurar que el grupo sanguíneo determina el tipo de alimentación que más nos conviene, si es que queremos disfrutar de un peso ideal, encontrarnos bien o conservar la vitalidad a lo largo de la vida.

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